En Reddeportiva.net queremos decir que hemos llegado al año 2019 luego de un largo proceso de deterioro social cuyos tramos finales se encuentran marcados por la gran estafa proveniente del sector construcción. Más claro, ni el agua.
No vamos a repetir conceptos y argumentos que hayamos emitido con anterioridad, los cuales ustedes podrán encontrar en el siguiente enlace: https://reddeportiva.net/principal/?cat=36
Sí queremos señalar la importancia de tomar conciencia de la enorme cantidad de personas comprometidas en algún grado con actos de corrupción, lo que obliga a diseñar una bien pensada solución.
Su alta proporción condiciona, sin duda, no solo los métodos a emplear para enmendar o corregir la situación; sino también, los primeros pasos a dar de un ineludible largo proceso, si se quiere llegar alcanzar la profundidad requerida por el cambio social.
Por eso, hablar de soluciones mágicas no parece ser lo adecuado. Discutir sobre soluciones de alto impacto, cuando la lucha en el terreno político es tan violenta, cuando los intereses creados no quieren ser separados del poder como corresponde si queremos llegar a encarrilar nuestra sociedad por el camino correcto, cuando los actos de contrición brillan por su ausencia, cuando los propósitos de enmienda no pasan por la mente de quienes impulsan la lucha política en nuestro país, no parece lo apropiado.
Es por eso que nos planteamos ¿cómo iniciar el proceso de corrección social en el complicado escenario que estamos viviendo?
Lo primero que debemos pensar es en el proceso singular mediante el cual hemos llegado a la situación actual y el tiempo que nos ha tomado completarlo.
Si bien, todos los sectores sociales de nuestro país comparten algunas características que los han llevado a consentir actos de corrupción, está claro que ésta se da con distinto grado de penetración, obligándonos a distinguir entre los sectores económicos según la responsabilidad asumida, así como de lo mucho o poco en que puedan estar comprometidos.
Debemos tener confianza en nuestra sociedad, en su reserva moral y las posibilidades de éxito cuando se respeta el proceso democrático.
Lo dicho, nos lleva a pensar que el contraataque con el cual combatir la corrupción debe empezar por el sector de la construcción, desde el cual se ha atacado a toda la sociedad.
Quien escribe estas líneas recuerda que desde la época del Presidente Odría había pequeños empresarios que se quejaban de las grandes empresas constructoras y de cómo se repartían las licitaciones. Esto es fácil confirmarlo, solo tienen que preguntarlo a las personas adecuadas, y si es en provincias con mejor razón, ya que era en estos lugares donde se producía la mayor frustración.
Lo dicho no debe llevarnos a cambiar las metas que hayamos alcanzado en nuestra lucha contra la corrupción, sino más bien a confiar más en los procesos institucionales y a la imperiosa necesidad de controlar la totalmente desproporcionada intención de los medios de comunicación por modificar la forma de pensar de la opinión pública.
La solución a esta última cuestión pasa por obligarlas a que subsistan como lo hace cualquier empresa privada. Es decir, sin el subsidio de parte del Presupuesto Nacional que las ha convertido en dependientes de la voluntad política de quien ocupa los puestos de gobierno.
No debemos dejar de mencionar el papel que corresponde al Presidente de la República, quien personifica a la Nación, razón por la cual debe guardar compostura si quiere ganarse el respeto que se le debe tener.
Somos de la opinión que su actuación en el caso Chinchero no ha sido adecuada y que debió renunciar antes de la firma de la recordada enmienda la cual, bajo cualquier punto de vista, no iba a operar. Corresponde a las autoridades competentes tomar las decisiones del caso en su debida oportunidad.
Con esto queremos decir que el Presidente debe actuar con la majestad del rol que desempeña y no como correspondería al nivel de los ministros o cualquier otro funcionario del Estado Peruano.
Esperemos que el día de hoy, en la presentación programada ante el Congreso Nacional, no se dé la impresión de una subvaloración de la inteligencia ciudadana ni de una falta de sabiduría de quien está ocupando puestos de responsabilidad y, por lo tanto, está obligado a alcanzar niveles de comprensión, de los procesos históricos, superiores a los del promedio de la población; lo que de no ocurrir, debería abrir la puerta de salida del despacho que ocupa.
Con el cariño de siempre,